Nuestra Señora de Luján: 8 de Mayo
  
Martes, 08/05/2018
A 60 kilómetros al oeste de Buenos Aires se halla la villa de Luján. En 1630 no había en aquel paraje ningún rastro de población y sólo era frecuentado por las caravanas de carretas y las rescuas de mulas tucumanas que bajaban o subían del puerto de Buenos Aires.

Sucedió que un portugués dueño de una estancia, a cuarenta leguas de la ciudad, trató de erigir en ella una modesta capilla dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen. Para esto le pidió a un amigo de Brasil que le envíe una imagen pequeña de la Virgen en aquel misterio. Su amigo le envió dos imágenes en bulto: una que representaba a María en su Inmaculada Concepción y que hoy se venera en el santuario de Luján y otra que tenía en sus brazos al Niño Jesús y ahora es venerada en Sumampa.

Partió entonces de Buenos Aires el encargado de conducir las imágenes. En la tarde del tercer día se detuvo la caravana para pasar la noche y al día siguiente el conductor de las imágenes preparó los bueyes para proseguir el viaje pero éstos no se movían. Vinieron en su ayuda troperos y peones pero no tuvieron suerte. Finalmente juzgaron que era necesario aliviar el peso de la carreta. Descargaron las imágenes y en ese momento los bueyes pudieron moverse con facilidad. Queriendo cerciorarse si el obstáculo provenía de las imágenes las pusieron nuevamente en la carreta y no se pudo mover. Entonces viendo que las imágenes se querían quedar en aquel lugar decidieron que una de ellas permaneciera en la Cañada y la entregaron al dueño de esas tierras. La fama del prodigio corrió hasta Buenos Aires y no faltaron quienes emprendieron un viaje a Luján para contemplar la imagen.

En 1887 la imagen fue coronada canónicamente por el Papa León XIII.

Oración a Nuestra Señora de Luján

Detén tu carro, Madre, en nuestras almas
como lo hiciste antaño, allá en Luján.
La tarde va cayendo y hace frío.
Tu manto azul nos puede cobijar.
Tu puedes encender en nuestro pecho,
fogón de fe, esperanza y caridad.

Detén tu carro, Madre, en las escuelas
para que Cristo reine de verdad.
Tus manos pueden convertir en rosas
las flores angustiadas del cardal.

Detén tu carro, Madre, en los hogares
para fortalecernos con tu paz.
Conserva en ellos las virtudes recias,
sostén seguro en todo temporal.
Alumbra con tu luz las noches negras.
Bendice con tus manos nuestro pan.

Bajo el alero de tus manos juntas,
Señora de Luján,
consérvanos perpetuamente,
libres de todo mal.

Hno Fermín Gainza




Buenos Aires – Argentina
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